✨ Crónica de una Comunión en Silencio (Y Con Luz a Contraluz)

“¿En qué parte de España se encuentran?”

Nos miramos y dijimos lo de siempre, lo que aprendimos en vídeos de ventas:

—Hay que tomar el control de la conversación.
—Venga, vamos.

Respondimos amables pero firmes: que sí, trabajamos en Madrid y Toledo. Nos confirmó que era de Madrid y empezamos a sacar datos. Las imágenes que mandó nos hicieron deducir que se trataba de una comunión… y de una niña.

Fue lo primero que leímos en el WhatsApp. Un mensaje escueto, directo, pero que nos sacó una sonrisilla: era una posible clienta, ¡y venía desde la web! Lo supimos por ese pequeño fallo que tenemos (todavía sin arreglar) donde nos llega también el mensajito de bienvenida automático.

“¿Tienes alguna pregunta sobre decoración para tu fiesta? ¡Estamos aquí para ayudarte en Whatsapp!”

El mensaje venía acompañado de una imagen y el comentario: “Algo así más o menos”. Nada más.

📝 Deducciones, precios y una promo con gancho.

Nos preguntó directamente cuánto costaría algo así. ¡Así sin anestesia! Y además, si también llevábamos la comida. Le aclaramos lo que sí podíamos ofrecer y le pasamos un presupuesto ajustadísimo (que ahora vemos y decimos: ¡éramos valientes!). Le hicimos un buen descuento, pero con truco: solo si reservaba antes de que terminara el mes.

El evento sería en su apartamento y, además, quería unos detalles personalizados para los invitados. Se quedó con unas velas decoradas y unas pulseras que preparamos con mucho cariño.

🎈 Globos, silencios y miradas incómodas

Nuestro proveedor de globos por entonces no era el más fiable, pero nos permitía ajustar precios. Así que con eso tiramos adelante.

La clienta era muy escueta en sus respuestas. Incluso el día de la decoración no parecía muy expresiva. Y para colmo, teníamos público en vivo: toda su familia sentada viéndonos montar todo.

—No es que no quiera enseñar mis trucos, pero decorar con audiencia es otro nivel.

—Y encima en silencio… ¡qué presión!

💡 Luz, cámara… desastre

El salón era sombrío, con una única lámpara que jamás se encendió. Y la luz natural venía de una ventana mal ubicada, lo que dejó nuestras fotos… fatal.

En ese momento, supimos que teníamos que invertir en iluminación si queríamos mostrar lo que realmente hacemos. Y con el ambiente tan raro, salimos de allí con la sensación de que no le había gustado nada.

Nos dimos a nosotros mismos: 3 estrellas. La decoración estaba bien, pero no nos fuimos contentos.

🎉 Al día siguiente… ¡sorpresa!

Volvimos a recoger. Y sorpresa: los globos ya habían volado. ¡Literal! Se lo pasaron genial reventándolos, y eso siempre nos hace ilusión.

La clienta nos recibió con otra cara: sonriente, amable. Ahí comprendimos algo que seguimos recordando:

     El día del evento están tan estresados que ni te miran.

Pero eso no significa que no valoren lo que hacemos. De hecho, ¡nos pagó de más! Una propinilla de cinco eurillos que nos supo a gloria.

📷 Días después: la foto que lo cambió todo

Más adelante, nos escribió (o le escribimos, no recordamos bien) y nos mandó unas fotos preciosas hechas por un fotógrafo. Y su mensaje fue:

        “Cuando vi las fotos, pensé que parecía hecho en un hotel. Gracias a vuestra decoración. Estoy encantadísima.”

Lo que comenzó como un evento silencioso y con sensación agridulce terminó siendo un bonito recuerdo. Uno de nuestros primeros trabajos reales. Y uno de los que más nos enseñó.

Desde entonces, llevamos siempre luz extra… y aprendimos a no juzgar el silencio. A veces, el agradecimiento llega después. Y eso también vale.

⭐ Valoración final: 3 estrellas que hoy valen 5